30 enero 2006

Fotos Portu

Con la cuadrilla de Cristina. Risas y alegria





20 enero 2006

A las 7 en el Majestic

Confieso que la orientación no es mi punto fuerte, más bien lo contrario. Reconozco que formo parte de la estadística de las mujeres que no saben leer los mapas y quizá por eso ya ni me atrevo a sacarme el carné de conducir, para no ser un peligro público. Tengo dos amigas que su orientación se basa en los hoteles de todas las ciudades. Si quedamos en Barcelona lo hacemos delante del Majestic. Si lo hacemos en Bilbao, en la puerta del Ercilla y si es en Madrid en el Conde Duque, por decir algo. Ellas tienen su mente distribuida en los hoteles de la ciudades de toda España y puede que también del mundo. Por eso quizá trabajan en el sector turístico. ¡Pero yo no!
Siguiendo su lógica y si nos guiaramos por mi orientación mental las obligaría a citarnos en la sede de El País en Madrid (que no tengo ni puñetera idea de donde está) o en la Reuters de Londres que tampoco es el caso. ¡Pero yo no lo hago! Entiendo que no tienen porqué tener grabados en su cerebro los callejeros de todos los periódicos y agencias de noticias del planeta. Así es que por favor, des de aquí les rogaría que vale, acepto indicaciones tales como las de mar o montaña porqué vivimos en una ciudad con marejadilla, pero nada más. Aunque aquí también podria replicar que para una mente nacida en la Cataluña interior entender esa orientación espacial es relativamente complicado. Reconfieso pues que la orientación es mi punto débil y recontribuyo a oxigenar el tópico de que las mujeres no sabemos leer los mapas.
Si, ¿y qué?.

19 enero 2006

Zombies

Trabajo en una empresa que parece un cementerio. Cada día deambulan por aquí muchos cadáveres vivientes, muertos en vida que se creen ser lo que no son porqué su salario es desorbitado y se les ha otorgado un cargo que ni ellos saben qué significa. Pero lo que más me preocupa no es eso. Me desespera mucho más observar que esos zombies empiezan a ser ya algunos peones que cobran ocho veces menos que los de arriba. Me indigna estar en una cocina dónde nadie se habla porqué no tiene nada que decirse. Me molesta abrir una puerta y comprobar que entra el silencio, inmutable, como si ofrecer una sonrisa o un buenos días estuviera ya demodé. Lo peor de todo es que se trata de una enfermedad contagiosa que a veces se pega. Y así corroboro esa frase tan verdadera que me regaló Lili, una colombiana con luz en los ojos que conocí hace unos días: "Este mundo ha pasado de la afectividad a la efectividad". Y es bien cierto que los afectos, las emociones, los valores, parecen tener ahora un papel secundario, a veces casi de extra. Y el ser efectivos es la norma que nos rige, sin darnos cuenta que un día esa efectividad acabará extinguiendo nuestros afectos.

18 enero 2006

Urte berri on



31 de diciembre. 7 de la tarde. No sé si hemos descansado o simplemente relajado nuestras neuronas. Tengo la sensación durante todo el día que mi cuerpo esta como cuando te levantas después de una noche de borrachera. La diferencia es que mi cuerpo sólo me exige horas de sueño que, muy en contra de mi voluntad, no he podido retornarle. Será cierto eso de que el sueño no se recupera.
Después de la siesta nos levantamos y el plan es volver a ir de vinos. Por la tarde es turno de tintos. Aunque mi cuerpo me prohíbe que ingiera ningún tipo de alcohol le machaco con unos cuantos zuritos, menos peligrosos. Nos encontramos con Cele y Eva, dos amigas catalanas, que de casualidad están también de ruta por el norte y deciden hacer parada y fonda en Portugalete para compartir la noche más vieja del año con nosotras. La lluvia nos sorprende por las pendientes de las calles que se transforman en resbaladizos tobogans, un reto para nuestro estado y nuestros zapatos de tacón. Por muy bajos que sean la estabilidad no es la misma que las zapatillas. Después de repasar el mundo y las anécdotas del día hablamos de todo un poco y de nada, sabiendo que la noche nos espera entera y que tenemos todavía una cena por delante. Las chicas del Maresme regresan a su hotel y Sara, yo y Cristina a su casa para celebrar la Noche Vieja.
Una cena apetitosa: lomo, longaniza, jamón, txaca de la buena, langosta, langostinos percebes, almejas y nécoras. Sí, las nécoras también estaban. Muy a mi pesar intenté comer sin pensar en la vida que les habíamos arrebatado. Mordiscos torpes por mi parte. Confesaré y confieso que en mi vida había comido percebes, ni nécoras... ni nada que se le asemeje. Será que no estoy acostumbrada a esos lujos y tuve que pedir consejo para zampar y abrir correctamente esas delicias de mar. Me sentí un poco Julia Roberts en Pretty Woman y la escena del restaurante, aunque a favor mío jugaba en casa y la confianza era suficiente como para que el jugo de los percebes salpicara, con cariño, la cara del de al lado. Me franqueaban Sara y Fernando, el novio de Ainoa, la hermana de Cristina. Un chaval que entiende qué es eso del sentido del humor, alguien con quien no hace falta explicar las bromas porqué también las reparte. De hecho creo que hubo en la mesa un derroche de risas, uno de esos lazos invisibles que nos unen con la gente del País Vasco (súmesele también Navarra no vaya a ser que se enfade mi gente de Pamplona). En la mesa también estaban los anfitriones, Angelines y Paco, y el hermano de Cristina, Patxi y Rosa, su novia. Paco no paraba de hacer viajes mesa-cocina-cocina-mesa. Y tras cada plato vacío hacia aparecer otro repleto, como por arte de magia. Sara y yo no sabíamos si íbamos a reventar o ya directamente daríamos la bienvenida al nuevo año con doce almejas, prescindiendo de las uvas. Por suerte los racimos aparecieron y finalmente tras cada campanada intenté empujar un nuevo grano en mi boca. Llegó el 2006 y Portugalete estalló con el ruido de los petardos, de los fuegos artificiales, de las bengalas. Y dimos la bienvenida con cava del bueno, con el catalán. “Ni boicot ni ostias que somos vascos coño”, frase de Cristina al estrenar el año dejando el reiterado Estatut para otro día, hoy no toca!
Y tras el cava, y los postres, y los turrones, y el pastel... salimos a la calle. Sabía que mi digestión iba a ser de 10 horas como mínimo así que un poco de movimiento al cuerpo no nos fué nada mal. Caminamos unos 5 metros y fuimos al primer garito de la noche. Cuando el sol se esconde, en Portugalete los zuritos, el txacolí y los tintos ya son historia. A cierta hora de la noche ya se pasa directamente a los cubatas y para los que venimos de Barcelona los cubatas vizcaínos nos parecen vasijas interminables. Pero ahí estábamos, al pie del cañón, para no defraudar.

13 enero 2006

Sin respuesta

Siempre, siempre nos pilla por sorpresa. Mira que lo sabemos desde que tenemos uso de razón! Así pues no podemos argumentar que no hemos tenido tiempo para recapacitarlo, para meditarlo, para aceptarlo.
Ayer la muerte me volvió a pillar por sorpresa. Y lo hizo con el dolor que me relató una muy buena amiga y mejor persona. Hace unas semanas también la muerte de un ser querido me pillo a mi por sorpresa y tampoco estuve preparada. Me pregunto si algún día llegaremos a estar preparados para asumir algo tan injusto como el adiós infinito. Será nuestra obsesión en seguir aferrados a esta vida lo que nos impide dejar marchar a alguien con total libertad. Pero cuando la muerte te vuelve a pillar de cerca lo primero que pasa por tu cabeza es la vida y el cómo la vives. Me gustaría vivir para que la muerte no volviera a abofetearme la mejilla cada vez que se presenta. Y para conseguirlo estoy segura que el camino es intentar mantener siempre una cerilla encendida y resguardarla de la lluvia, y del viento, y de la tormenta. No es tarea fácil. Cómo tampoco lo es aceptar que por muchas cartas que escribas a la muerte nunca habrá respuesta. Por mayor que sea el deseo de los que se fueron de robar un lápiz y escribir cuatro líneas. Aunque fuera a escondidas.

T’estimo Sara!

09 enero 2006

Palabras

Esta es una reflexión que me inspiró un proyecto precioso de la ONG Arquitectura Sin Fronteras. El proyecto se llama La Arquitectura de las palabras y es una reflexión sobre el poder que tienen las palabras. Un poder que podemos usar para bien o para mal, tú eliges.


Palabras

Dicen que hubo un tiempo en el que existió una lengua única, una lengua común a toda la humanidad. La soberbia mató esa lengua y la Torre de Babel se derrumbó con el castigo de Dios a fragmentar ese idioma condenándonos para siempre a no entendernos.
Para mi, ese mismo día nació también la diversidad y las diferentes lenguas que han existido y existen en el planeta. Algunas ya han muerto y con ellas la manera de interpretar el mundo de un pueblo. El lenguaje, las palabras, son nuestra forma de entender el mundo. Por eso, cuando una lengua muere, se entierra también su cultura.
Así, obsesionados en conseguir hablar todos algún día el mismo idioma, dejaremos atrás infinidad de palabras y formas de ver el mundo. Un mundo que tiene caras diferentes a las que nosotros conocemos. Seguramente seamos nosotros mismos, los ciudadanos del Norte, los que andemos equivocados. Sin embargo, seguimos obstinados en que la nuestra es la única verdad. Incluso seguimos pensando que podemos volver a levantar esa Torre de Babel sin aceptar que quedó sepultada hace muchos, muchos años.

05 enero 2006

Zorionak

31 de diciembre. 5:30 de la mañana. Salimos con Sara de casa con un taxista que nos da la bienvenida con una música mejor para dormir que para despertar el día. Quizá es el final de su turno, su última carrera y necesita relajarse.
De camino al aeropuerto del Prat conozco el nuevo Hotel Hesperia Tower una especie de nave espacial, de huevo frito aplastado a lo alto de un edificio industrial que más que un hotel parece una central nuclear, de cinco estrellas, eso sí. Más tarde descubriré que voy a recordar todos los hoteles que hay en Bilbao, Portugalete y Donosti... porqué estos son puntos de referencia para Sara y Cristina. Desconexión laboral, por favor!! ;)

6:00 de la mañana. Llegada al aeropuerto. Por un momento y detrás de las legañas que todavía nos invaden los ojos dudamos si estamos en Barcelona o en los Emiratos Árabes. No sé que pasa en el aeropuerto hoy pero es como un tapiz de todos los colores, una pasarela entre oriente y occidente por la que pasamos para intentar recoger nuestra tarjeta de embarque destino a Bilbao.
Bocata y café con leche para corroborar que nuestro cuerpo está en pie, dispuesto a seguir en marcha todo el día, toda la noche, más tarde descubriríamos que toda la madrugada y parte de la mañana.
Ante la puerta de embarque las primeras carcajadas del día. Seguramente el azafato de Vueling todavía está más dormido que nosotras, pero lo que nos queda claro es que su inglés de Opening se quedó en el primer nivel. Tras llamar a varios pasajeros por su número de asiento pregunta si hay algún niño en la sala, con un any “chals” que nos desata una sonora carcajada a duo. Sara y yo nos miramos y dudamos entre si se reclama a alguien con el nombre de Chaplin o... tan sólo habrá añadido una “s” a child, olvidando que está maldita palabra en inglés tiene una excepción para pluralizarse. Total que la tontería nos sirve de cachondeo toda la mañana e incluso para desviarnos, casi, hacia la puerta que embarca a Bruselas. Nuestro destino sigue siendo Bilbao y allí llegamos.

La ciudad nos recibe con el cosquilleo de su txirimiri y con sonrisas verdes en las montañas. Cristina también nos abre sus brazos y nos transporta al primer pincho del día en el Batzoki de Santurze. Más tarde, en Portugalete, los padres de Cristina nos abren su casa y ya nos tienen preparada la cama, la sopa de pescado, los chipirones en su tinta, el bacalao a la vizcaína y la calefacción encendida. Sólo les faltan las nécoras que irán a buscar en coche. Suerte que cuando han llegado yo estaba de siesta porqué ver como sufrían me hubiera ahorrado el atracón de marisco en la cena. Cristina me tiene como activista de Greenpeace o algo así, pero soy incapaz de ver sufrir a un ser vivo sabiendo el final que le espera. Ellas me imaginan encerrada en la cocina en barricada para salvar a esos seres indefensos que serán deborados horas más tardes. Confieso que sentí pena por ellas (las nécoras, no mis amigas)... pero estaban de vicio! ;)

Después de un largo reposo de neuronas y celulas nos volvemos a poner en marcha y salimos de vinos antes de comer. Hemos quedado con la cuadrilla de Cristina y ahí vamos. De momento Sara y yo ignoramos el ritmo etílico que siguen los chicarrones/as del norte pero vamos a intentar no defraudarles. Después de cuatro txacolis nos damos cuenta que somos catalanas y que nuestro lenguaje va tirando más a rumanés que a la lengua del imperio así que decidimos ir a casa a llenar el estómago con algo consistente.
Ante los litros de alcohol y toda la comida que nos ha entrado por la boca somos conscientes que vamos a reventar, pero la comida celestial de Angelines era indespreciable. Decidimos dar una tregua a nuestros cuerpos y siesteamos un rato más.
La cena y la nochevieja merecen un capítulo a parte así que hasta entonces, felices sueños.

Continuará...