10 febrero 2006

Dopo mezzanote


Recuerdo a veces ese viaje a Sardegna con Sara y Gemma. Fue uno de nuestras primeras escapadas juntas y descubrimos que, al menos, en puerto Rafaelo, una se podía llegar a enamorar con la compañía adecuada. En realidad, creo que es difícil no enamorarse en Italia. Siempre he pensado que el italiano es una lengua de lo más romántica y no por casualidad dos de mis amigas más románticas están enamoradas de este país. Los besos de los italianos son de lo más apasionados y, aunque no los conozco a todos y no seria capaz de generalizar, lo sentí en mis propios labios esa noche en l’Alghero enredada con Paolo que me sorprendió un año después con un mensaje de feliz año. Italia tiene algo especial y los románticos caemos siempre en sus redes. También en el cine. Tampoco por casualidad algunas de las películas italianas contemporáneas dejan vía libre al amor y a la imaginación. Os recomendaría Dopo mezzanote, una fábula magnífica para los que creen que el cine aún conserva algo de magia y que el amor existe. La película relata la historia de un triángulo amoroso. Marino, el vigilante del Museo del Cine de Torino, se enamora de Amanda, la camarera del fast-food de la esquina que sale con Angelo, un ladrón de coches con escrúpulos. La protagonista femenina tendrá qué decidirse por uno de los dos. Yo lo tendría claro. Marino seria mi elección. Quizá porqué podria ser el alma gemela de Nino Quincampoix de quien se enamora Amélie. Para algunos este será un cine empalagoso. Para mi sólo son historias que dejan volar libremente la imaginación, sin trabas, sin frenos. ¿Pero sabéis que es lo mejor de todo?. Que Amélie y Dopo Mezzanote salieron de la mente de dos hombres. Y eso me demuestra que ellos pueden ser tan románticos, imaginativos y creativos como nosotras. Aunque algunas personas todavía no lo crean o simplemente retengan en su mente la idea absurda de que mostrar nuestra parte más femenina, seamos hombres o seamos mujeres, es símbolo de debilidad.

No hay comentarios: